lunes, septiembre 20, 2004
Yo odio la publicidad en los escalones. Sepánlo. La odio mucho.
jueves, septiembre 16, 2004
Post invitado, enviado por pol:
Entre acordes y monocordes.
Aquí va un post dedicado a una amiga* que se lleva las primaveras de un hermoso abril*
Debajo de la tierra todo es silencio y opresión. El aire condensado. Los motores que rugen allí en el túnel infinito. Aquí los molinetes trajinando una y otra vez, sudan palancas de hombres que se avalanchan sobre las puertas aún cerradas de la máquina que los trasportará a los más hondo de las carnes del mundo. Se apresuran y se empujan. Se escupen y golpean y se sientan y se paran y se deshacen y ...
Allí, donde todo es dolor y bronca. Stres y resignación, aparecen ellos. Los violines y las violas, las cuerdas, los vientos y los tambores. Aprarecen los piazzollas y los anónimos que sin esos grandes nombres, se disfrutan probablemente más, por tener ese desconocido encanto exótico.
En el (re)correr de los grandes pasillos de esa garganta decorada; apretujadas y tambaleantes en los coches; en todo ese mundillo subterráneo se observan las voces de lo que se escucha disntinto.
Y allí, en el silencio infrahumano, en la luz de la oscuridad perpetua; vida asoma. Y no es de los miles que día a día se transportan como agentes prefabricados hacia su destino. No. Es la vida de la libertad sin escalas. Sin partituras, ni tempos, pero con alegrías y cantos. Con sabores e ilusión. Son lo que permiten que el día no parezca igual. Son las sonrisas de sus instrumentos y los encantos de sirena que nos atan como Ulises a los asientos de nuestros vagones, para no perdernos en la majestosidad profunda pero visible de una armonía.
Para ustedes, **para vos que no vas a perder nunca la magia que conquistaste en esos pasillos de la 'C'**, los queridos músicos del subte. Para ustedes mi eterno agradecimiento. Para ustedes...mi canción.
Post invitado, enviado por Fabián:
Universo paralelo
Correteábamos por el verde tapiz de la colina, jugando una danza extraña. Huías de mi persecución, sonriéndote, riéndote. Tu cabellera flameaba, el viento despejaba la planicie de tu frente, para resaltar el valle de tus celestes ojos. Los perros en ocasiones acompañaban la persecución, y desistían cuando no percibían el motivo de tal comportamiento de esos extraños humanos.
De a ratos, te dejabas capturar y nos envolvíamos en una sola entidad, rodando cuesta abajo. Y ahí se sucedía la pausa, en la que yo te acicalaba, enrulaba tus rizos con mis dedos, peinaba tus cejas con mis labios, exfoliaba tu cutis con mis yemas y llevaba el stock de la población de pecas de tu espalda.
No conocíamos palabras, idioma, solo el léxico de sonrisas y caricias. Y de nuevo te erguías y empezábamos la danza, el ritual.
De repente me tocas el hombro, y me transporto a otro universo, aparezco en el duro asiento del subte, salivado en la camisa, con la cara de expresión de alguien que se despierta bruscamente. Me decías que ?ya llegamos?, no vislumbré en que momento y como hiciste, extraña anónima lectora de ?managment business?, para escabulliste en ese universo paralelo y ser la protagonista de esa fascinante muda película.
Individo, durmiendo en el subte